Azul y naranja

Antoni Tàpies. Blau i Taronja, 1975. Técnica mixta 147 x 117 cm

El pijama de rayas manchado de pintura que se pone para trabajar y su abundante cabellera cana le dan aspecto de loco inofensivo, dispuesto a compartir el secreto de sus geniales estrategias para la batalla de Waterloo con su psiquiatra; las mangas le quedan cortas y nos dejan ver sus manos hasta las muñecas, chasqueando los dedos va marcando un ritmo mental de dos por cuatro mientras rodea la tela virgen abierta de piernas en el suelo. Esta concentrado. Sus pies se esconden en unas zapatillas de felpa, de las antiguas de cuadros y suela rugosa de goma, que alguna vez han dado el gran paso y se han quedado pegadas, expresivas y huérfanas, en algunas de sus pinturas.
Tàpies mira al infinito blanco que le reta desde el suelo; el lienzo de buen algodón sin preparar refleja su pureza en los cristales de las gafas de concha, que después de tanto tiempo ya parecen cordilleras en la geografía de sus facciones. El estuco blanco inunda toda la tela y de repente un tatuaje naranja la bautiza, “Blau i taronja”, porque azul es el paño, como de traje barato, que rodea la obra, para contenerla y delimitarla, para enmarcarla. Pero Tàpies no puede resistirse a su impulso y la tela se desdobla, se desborda por el margen y convierte ahora el cuadro en un objeto, en una cascada de tela blanca que salta desde el bastidor y el espectador, cuando lo contempla, se siente pulverizado por los millones de gotas de su espuma.


Julio Rey

1 comentario:

Manuel Marcos dijo...

excelentes reflexiones estas, me interesa.