En sí

Miquel Barceló en su estudio de París. Foto: Jean-Marie del Moral

Toda su vida estuvo pintando y luego confesó que lo hacia porque quería volver a manchar como un niño; goteó su búsqueda de tela a tela y al final, Joan Miró ya viejo, cerro el trazo de pincel en un circulo primitivo, lo convirtió en rasgo; negro, azul, amarillo y rojo; sin conceptos ni subconsciente, sin etiquetas ni dogmas.
En Malí una mariposa bate sus alas y los pigmentos que las entintan de colores caen en Mallorca, en la paleta de otro pintor; Miquel Barceló hunde sus manos en la arcilla con gestos primigenios y la liturgia de crear vuelve a repetirse, esta vez no es necesario soplar la creación para darle vida porque ya la tiene.
Basquiat atrapando en una tela sobre el suelo las paredes de la calle, para que luego Andy le chupara la sangre y dejara mas sitio en sus venas para la heroína. Arte autentico y profundo como los ojos que pintaba Picasso, mirándose en un espejo.
Warhol y el resto, estraperlistas plásticos.


Julio Rey

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